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Pollos descabezados |
El escenario que se perfila con la segunda llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha obligado a Europa a una rápida reacción. Esa reacción es en sí misma un test para valorar la funcionalidad de la UE. La cumbre de los 27 celebrada el jueves pasado ha certificado que la Unión tiene buenos reflejos y ha sabido responder con agilidad a los desafíos planteados por el brusco viraje de la política de alianzas del actual ocupante de la Casa Blanca. Después de décadas meciéndose en la protección brindada por Estados Unidos, los gritos estentóreos de Trump y Vance a Zelenski en el despacho oval por fin han despertado al viejo continente, que ha comprendido que debe hacerse cargo de su propia seguridad y defensa. En la reunión del jueves se ha empezado a dar pasos en la buena dirección.
Además, la amenaza de imponer aranceles a los productos de la UE y la consecuente reducción de la demanda proveniente del otro lado del Atlántico empujan a encontrar nuevos mercados para las exportaciones a fin de minimizar los daños de las medidas proteccionistas de Trump. El mundo es muy grande y no es imposible encontrar otros países interesados en nuestro aceite de oliva o en los coches que fabricamos. Si hay que gastar más en defensa, será mejor hacerlo desde una economía que no se contraiga como resultado de las trabas a la exportación a Estados Unidos.
El giro dado por Trump a la política estadounidense resulta chocante y es inevitable preguntarse a dónde pretende conducir a su país. En primer lugar, sorprende la amenaza a la integridad territorial de un firme aliado como Canadá, porque, además de los aranceles, es que ha afirmado que Canadá debería ser un estado más de la Unión. Y con relación a Europa también resulta muy sorprendente que haya preferido aliarse con la Rusia de Putin a con la Europa de los 27, a la que ha declarado su enemistad diciendo que la UE se ha creado para perjudicar a Estados Unidos. La UE es una potencia económica y un mercado potencial muy superior a Rusia, que por su PIB actual es una potencia media no mucho mayor que España o Italia. Su capacidad nuclear es lo que hace a la nación eslava poderosa. No se entiende fácilmente qué lo ha impulsado a ponerse del lado de Putin, pues el único país capaz de disputarle la hegemonía mundial a EE.UU. sería China. Pero China es el aliado natural de Rusia. De modo que la aproximación de Trump al antiguo dirigente del KGB es una incógnita desde el punto de vista estratégico.
La carga de tasas aduaneras apuntaría a un giro hacia la autarquía, imposible en estos tiempos de globalización y de auge del comercio internacional. Por eso no se ve bien a dónde conducen esas medidas proteccionistas y ese cambio brusco en las alianzas. No es fácil hacer hermenéutica de los movimientos de Trump si se les busca algún indicio de racionalidad y la búsqueda de un fin claro, aun si se toman sus anuncios como simples baladronadas tendentes a adquirir ventajas en no se sabe bien qué tipo de negociación.
Mención aparte merece el viraje emprendido hacia un régimen autoritario en el primer país del mundo en regirse por una democracia inspirada en los ideales de la Ilustración. Todos los cambios emprendidos o anunciados hasta ahora se han hecho sin pasar por el Parlamento. Los despidos de funcionarios, por ejemplo, están a cargo de quien no tiene la capacidad legal para hacerlo, Elon Musk, que ni siquiera es miembro del Gobierno.
Obra bien Europa reaccionando con racionalidad y tratando de tomar el control sobre sí misma sin renunciar un ápice a sus esencias frente a lo que parece la estrategia errática de un(os) pollo(s) descabezado(s) que es en lo que parecen haberse convertido los miembros del Partido Republicano colonizado por Trump. |
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Artículo
aparecido en:
La Opinión de Murcia |
Fecha publicación:
09/03/2025
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