Hay una cuestión que me tiene preocupado últimamente: ¿fue amor lo que unió a los socios de gobierno —PSOE-UP— o se trataba más bien de un matrimonio de conveniencia? Sabemos que muchos enamoramientos vienen precedidos de cierta hostilidad que en realidad es un mecanismo de defensa ante la mutua atracción presentida. Eso encajaría con la primera negativa de UP a formar coalición con el PSOE y las declaraciones de Sánchez de que nunca formaría gobierno con UP. Como no obstante sí compusieron coalición, se diría que lo que hubo no fue amor, sino mera conveniencia. Pese a las diferencias, todos los desencuentros iban teniendo solución hasta el punto de que pareció reinar la armonía durante algún tiempo y, como a menudo aquellos que se unen por interés llegan a amarse, así parecía que les hubiera sucedido a los consortes, que habrían hecho de la necesidad virtud. Sin embargo, la inminencia de las elecciones autonómicas y locales ha tenido el efecto de zarandear la aparente armonía matrimonial solo sacudida antes por alguna pequeña escaramuza que no había hecho llegar la sangre al río.
Se diría que el olorcillo de las urnas ha tenido la virtualidad de excitar los peores instintos de la izquierda, que no son otros que los del cainismo y la fragmentación. De repente, a los líderes de Podemos se les ha puesto cara de que les molesta que cada día salga el sol. Amostazados con la derecha, lo han estado siempre. Con la ultraderecha, no digamos. Hasta el punto de que son capaces de sonreír cuando la alegre muchachada pide interrupción del embarazo retrospectiva a la madre del líder de la ultraderecha, ese que, aspirando a mandar en España, se enorgullece de que en su casa manda su mujer. No contentos con eso, ahora también le ponen mala cara y dirigen ácidos reproches a Sánchez con el que, mientras no se diga lo contrario, mantienen coalición de gobierno. Y aún más y peor, también lanzan acusaciones contra la líder de la hipotética y futura formación política con nombre de operación matemática que hasta hace bien poco estaba integrada en su mismo grupo.
Al PSOE, por su parte, empiezan a no salirle las cuentas. Saben que no les quedará otro remedio que reeditar la actual coalición después de las elecciones generales si quieren gobernar. Pero la hostilidad de UP, que además amenaza con divorciarse de sí misma y crear dos grupos — UP y Sumar— donde antes había solo uno, se suma a la traicionera ley D’Hondt que en vez de Sumar va a restarles escaños y ponérselo fácil a la otra coalición —PP-Vox—, que también anda ya convirtiendo la necesidad en cálido amor.
La apuesta de Sánchez por potenciar a Yolanda Díaz en la moción de censura, impidiendo intervenir en el pleno a las ministras de UP, que tanto lo deseaban, probablemente ha agitado el fantasma de los celos, con los ponzoñosos efectos que todos sabemos que estos tienen en toda relación amorosa.
Para más inri, en pleno ataque de cuernos bien podría suceder que UP prefiriera renunciar a formar gobierno y optara por seguir fustigando a diestra y siniestra, desde su superior altura moral de ofendiditos traicionados —nada menos que tumbarle la idolatrada ley "del sí es sí” para volver a la de la manada—, aunque eso implique ponerle en bandeja el gobierno a la derecha y la ultraderecha. Por lo pronto, ya le han dado calabazas a Yolanda y si se mantienen en esas, presentando dos candidaturas diferentes en las generales, la ley D’Hondt se encargará del resto.
Bien decía el presocrático Empédocles que a los periodos de predominio del Amor que une les sucedían los presididos por el Odio que disgrega. |