El Estado y sus servidores

Errores con trampa
Estos días están saliendo informaciones acerca del estado de las cuentas de la Comunidad Autónoma de Valencia (CAV) que ponen los pelos de punta. Hace unos días el Gobierno tuvo que avalar a la citada CAV ante el Deutsche Bank por una deuda de 123 millones a la que no podía hacer frente. No solo es que la CAV esté endeudada hasta unas metafóricas cejas, es que la gestión de la Generalitat está llena de errores-trampa. Destacaremos dos. El famoso aeropuerto sin aviones de Castellón y las carreras de F1 en el circuito urbano de Valencia. El coste de ambas iniciativas es tan elevado que se está revelando insostenible dada la actual situación de las finanzas. Lo más lógico en esas circunstancias sería clausurar el aeropuerto y renunciar a la celebración de las carreras de F1. Así se hizo, por ejemplo, con el AVE Toledo-Cuenca ante el escaso número de pasajeros de la línea. Al error de la inversión para crear la infraestructura ruinosa no se iba a añadir la sangría de un mantenimiento altamente deficitario. Pero resulta que el aeropuerto de Castellón y la participación valenciana en la F 1 no pueden abandonarse sin más. El coste del abandono, fijado por contrato con la otra parte contratante en un delirio digno de los Hermanos Marx, es mayor todavía que el mantenimiento. Son contratos trampa firmados por la CAV porque obligan a perseverar en el error y a mantener una inversión ruinosa para no perder más dinero. No son los únicos dislates de una administración autonómica cuya cabeza se sienta en el banquillo de los acusados por causa de unos trajes regalados a cargo de una trama corrupta. Entre las pruebas aportadas al juicio están las grabaciones de unas conversaciones telefónicas turbias que producen sonrojo de puro ridículas. Si ese era el nivel intelectual y moral del máximo representante de CAV, todos los desmanes resultan comprensibles.

Rajoy sabe qué hacer
¿Alguien lo dudaba? El actual presidente del Gobierno conoce perfectamente cuál es su cometido y cómo lo tiene que abordar. El candidato Rubalcaba lo dudaba y le reclamaba que dijese en voz alta cuáles eran esos planes, para crear empleo y evitar la recesión, que decía conocer tan bien en su última aparición pública en Andalucía para apoyar a Javier Arenas ante los próximos comicios autonómicos. No es que Rajoy tenga un dominio de la ciencia económica cercano al ars adivinatoria, no. Es que sabe que su papel es ejecutar las instrucciones que le llegan de Europa. Sin desviarse un ápice. Porque si él estuviese en posesión de un saber superior, ese que ni siquiera posee Merkozy y por eso anda a un poco a tientas, las cosas serían al revés. Sería Rajoy quien estaría marcando la pauta y señalando a los dubitativos Merkel y Sarkozy cuál es el camino a seguir para salir de una crisis que, a falta de esa omnisciencia, está provocando un varapalo tras otro a la mayoría de los países de las UE por parte de las agencias de rating.

Empresarios, políticos y agencias de calificación.
En pleno ascenso de los tecnócratas al poder político, véanse los casos de Mario Monti en Italia y Lucas Papademos en Grecia, el candidato republicano Mitt Rommey está basando su campaña para postularse para la presidencia estadounidense en sus éxitos como empresario. Pero como defiende el premio Nobel de economía Paul Krugman, los países no son sociedades anónimas. “Hacer una buena política económica no se parece en nada a maximizar los beneficios de una empresa”, señala Krugman. Un país representa una realidad enormemente más compleja que una empresa. De un político se espera, por tanto, algo más que de un tecnócrata. Y, sin embargo, las agencias de calificación están asumiendo el papel de evaluadores de políticos. Dirán las agencias del tipo Standard and Poors o Moody’s que sólo evalúan la esperanza que puede tener un inversor de recuperar el dinero con el que está sufragando la deuda de un determinado país. La realidad es que están juzgando la bondad de las medidas económicas que los diferentes países, entre ellos España, implementan para salir de la crisis. Sin duda la econometría tiene recursos para medir la fiabilidad de un producto financiero, o la de una entidad de crédito, pero, siguiendo a Krugman, con mero aparato tecnocrático no se puede arrojar un veredicto acerca de lo acertado o desacertado de una serie de medidas para enderezar la economía de un país. Así, no solo estamos asistiendo a una subordinación de la política a la tecnocracia, sino que el veredicto del tecnócrata está modelando la realidad al convertir en profecías que se autocumplen los juicios que se emiten desde las agencias de rating. Y lo malo es que los políticos lo asumen y se justifican ante los votantes en que ellos hacen lo que demandan los mercados.

Fraga
Descanse en paz Manuel Fraga, político integral, ministro durante el franquismo y la transición, fundador de la derecha democrática española y eviterno presidente de la Xunta de Galicia. Váyase con sus luces —todo el mundo le reconoce el acierto de haber ganado para la democracia a una derecha que en España tendía a echarse al monte— y sus sombras. La principal de ellas, haber estado al servicio de una dictadura para la cual tuvo que prestarse, como ministro de propaganda que era, a la campaña de denigración de Julián Grimau, que fue ajusticiado después de haber sido torturado por la policía del Régimen.

Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
19/01/2012


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