Movimiento

La corrupción
En el debate de investidura, Rosa Díez recordó a Mariano Rajoy los casos de corrupción en su partido. El Presidente enarboló en su réplica un discurso buenista en el que los asuntos enumerados por la líder de UPyD quedaban reducidos a meras anécdotas en un planeta poblado por ejemplares políticos apoyados por honrados trabadores que se sienten representados por ellos. Dos expresidentes autonómicos, Jaume Matas y Francisco Camps, coinciden estos días sentados en sendos banquillos en procesos en curso por presuntos delitos de corrupción. Un exministro, José Blanco, está imputado en otro. Se investiga al hijo de un tercer expresidente, Chaves, por presunto cohecho. También hay un exdirector general andaluz, Francisco Javier Guerrero, que autorizó EREs fraudulentos y ha sido acusado por su chófer, veremos con qué fundamento, de haber destinado dinero de las ayudas a trabajadores y empresas en crisis a comprar cocaína, a fiestas y a copas para su jefe y para él. No se trata de vaso medio lleno o medio vacío, sino que son muestras más que suficientes de que es imprescindible regenerar la vida pública española y particularmente la política. De arriba abajo y de abajo a arriba. Porque Camps fue reelegido con una amplia mayoría cuando las implicaciones en la Gürtel eran algo más sólido y sórdido que una sospecha.

El periodista en su laberinto
Relacionado con el caso Matas está el del periodista Antonio Alemany, editorialista y columnista de El Mundo, que escribía los discursos del presidente anónimamente —pero espléndidamente remunerados— y con su firma estampada al pie los elogiaba luego en sus columnas e influía en los editoriales a favor de Matas. El periódico en el que se publicaban algunas de esas laudatorias columnas no ha dicho ni pío al respecto hasta el momento en que se escriben estas líneas. También en el mundo del periodismo hay sentinas que limpiar.

El opio del pueblo
El padre del socialismo científico, Carlos Marx, acuñó aquella famosa frase, “la religión es el opio del pueblo”. Estos días, regímenes políticos sedicentes socialistas como el cubano, el venezolano, el nicaragüense o el ecuatoriano han recibido con todos los honores a Mahmud Ahmadineyad, representante de un régimen teocrático como el iraní. ¿Qué razones de progresismo pueden esgrimirse para agasajar al presidente de un Irán en el que la policía religiosa puede detener a las mujeres que contravengan las leyes islámicas de convivencia, y que practica una radical segregación? ¿Qué diría Marx si levantase la cabeza y viese al un seguidor suyo, como el menor de los hermanos Castro, abrazar al mandatario de un país dominado por clérigos que mantienen la medieval pena de lapidación para la mujer adúltera? Está recogida en un código penal de inspiración religiosa en cuyo artículo 104 se estipula que las piedras usadas para ajusticiar a la adúltera “no pueden ser tan grandes como para que maten a la víctima al primer o segundo golpe, pero tampoco tan pequeñas que no puedan ser llamadas piedras". El antiimperialismo es la coartada de los socialistas del siglo XXI para acoger a este infumable opio iraní.

Recortes y empleo
Ante la parálisis y la ineficiencia de las instituciones de la UE, Berlín y París han asumido de facto el liderazgo comunitario. Sin embargo, Sarkozy y Merkel tampoco dan muestras de mucha agilidad en la toma de decisiones. Y sus acierto a la hora de encontrar medidas para frenar la escalada de los intereses de la deuda tampoco ha sido excesivo. Hasta la máxima calificación —AAA— de que goza la prima de riesgo francesa se tambalea. Después de meses de machacona insistencia en la austeridad, ahora Merkel y Sarkozy empiezan a reconocer que solo con recortes no se crea empleo. Si lo bendicen los dos, pronto repetiremos por estos pagos la misma cantinela. Pasado algún tiempo, es posible que Merkozy logre formular alguna receta para empezar a crear empleo. Más tarde, trataremos de adaptar esas medidas a la realidad española. Siempre que para entonces la economía española no haya colapsado y se haya convertido en agujero negro del que nada sale, como las estrellas que se quedan sin combustible. Esas son las reglas del juego. La UE está paralítica, Merkel y Sarkozy son lentos y aquí hay que esperar a que nos autoricen —o nos lo exijan— para empezar a hacer algo.

Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
12/01/2012


Imprimir

 

Volver a página anterior