Empecemos por pagar el IVA

“Hay que refundar el capitalismo” se oyó decir en los momentos de pánico que sucedieron al hundimiento de Goldman Sachs y al pinchado de las abundantes burbujas que oxigenaban una economía de la huida hacia delante y la especulación galopante. Fue tal el terror a los bonos venenosos de las subprime que algunos pidieron tiempo muerto para repensar los nuevos términos en los que el modo de producción, que diría un marxista, debería funcionar. Luego, rebajando el tono, ya sólo se demandaba como imprescindible una regulación para un sistema desregulado que, por lo mismo, era capaz de dar sustos como el consecuente al pinchazo ya citado. Hoy se diría que nos hemos ido acostumbrando a asomarnos al abismo y ya apenas nos produce espanto la profundidad de la sima. Ahora solo se demanda desmayadamente austeridad y emisión de eurobonos.

Como es poco probable que hayamos aprendido a convivir con la crisis, se trata más bien de que la crisis afecta de modo desigual a los desiguales. Lo novedoso de esta crisis es que el tigre sigue lanzando dentelladas furiosas y devorando a quien se encuentra a su paso, pero que resulta dócil y cabalgable para los que son más fuertes que la fiera, al menos de momento. Hay especuladores que han aprendido a sacar ventaja de la volatilidad de los mercados y los intereses de la deuda y siguen ganando dinero a espuertas. También hay gentes bien situadas que saben que la crisis nunca los alcanzará y que, a menos que la hecatombe llegue a tener dimensiones cósmicas, cosa muy poco probable, lograrán sortearla sin que cambie significativamente su modus vivendi.

Son los que están abajo en la escala social quienes sí que experimentan en sus propias carnes el vendaval de la crisis: rebajas de salarios, despidos, reducciones de las prestaciones sociales por desempleo, deudas incobrables, deterioro de la calidad de la asistencia sanitaria… y, sobre todo, temor e incertidumbre sobre el futuro.

¿No se supone que vamos todos a bordo del mismo barco? ¿Acaso no es posible remar todos en la misma dirección? En una crisis se sabe cómo se entra, aunque solo sea cinco minutos después de estar de lleno en ella, pero nunca cómo se sale. Excepto los pocos domadores que son capaces de subirse a lomos del tigre —aun con la incertidumbre que rodea el comportamiento imprevisible de toda fiera, incluso de las domesticadas para el circo—, todos pueden salir perjudicados de una crisis. El fantasma de la recesión acecha y amenaza también a las grandes empresas, a las entidades financieras e incluso en último término a los propios especuladores. Luego lo sensato sería un nuevo pacto social para salir de este atolladero que de un modo u otro afecta a la mayoría de los ciudadanos de los países desarrollados, especialmente a los miembros de la UE y más en concreto a los que tienen el euro como moneda propia. El sálvese quien pueda amenaza acabar poniendo a todo el mundo con el agua al cuello y más arriba todavía.

La maquinaria económica necesita una reparación y ya se sabe lo difícil que es reparar un artefacto mientras sigue funcionando. Hay una estrecha interdependencia entre las distintas piezas que forman el conjunto, aunque algunas parezcan más deterioradas y, por tanto, más necesitadas de rehabilitación. Alemania es, seguramente, el país de UE cuyos engranajes están mejor lubricados y presentan menos desgastes y melladuras. Sin embargo, si se gripa la máquina las piezas alemanas también se detendrán. La prosperidad alemana no es ajena al gran mercado europeo que absorbe —o absorbía— gran parte de sus exportaciones. Claro que ellos tienen un sistema productivo y fiscal mucho mejor engrasado que los países periféricos. Es por ahí por donde habría que ajustar las piezas, por difícil que sea. Empecemos por pagar el IVA. Es comprensible que los socios alemanes tengan reticencias a que con sus impuestos religiosamente pagados se cubra la deuda de países como Grecia, Italia o España, países en los que el que cobra/paga el IVA a menudo es visto poco menos que como un pringao. Es comprensible también que Ángela Merkel tenga temor a que sus votantes le cobren en las urnas lo que a primera vista parece obligarles a hacer: el papel de paganos de los platos rotos de los derrochadores del sur.

Es difícil salir de una mecánica perversa. No se improvisa un empresariado dinámico y de largo aliento, no es fácil trocar al patrón de lance que acude sin preparación ni fundamento a donde se huelen ganancias fáciles y seguras en un emprendedor honrado y capaz. Tampoco es sencillo llegar a una sociedad del conocimiento en la que la investigación aporte valor añadido a lo producido. No despierta de un día para otro el electorado y resuelve mandar al destierro a todos los enclenques políticos vendedores de humo, y de eso en el levante español andamos sobrados. Y no obstante ese es el largo y difícil camino a recorrer entre todos. De momento, como digo, podríamos empezar por pagar el IVA y no escamotear la declaración de la renta. Deberíamos convencernos de que no pagar los impuestos es como hacer trampas al solitario. Y más vale que nos vayamos convenciendo de ello antes de que lleguen los inspectores de hacienda y de trabajo alemanes para vigilar y castigar a los pillos latinos. Que pueden estar al caer.

Después se dijo esto y esto.

Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
08/12/2011


Imprimir

 

Volver a página anterior