Del puente a la sentina


Capítulo 60

Desde la sentina


Pues sí, señoría, yo tenía muchos clientes. Acháquelo al carácter español o a lo que sea. Aquí todo el mundo quiere saber lo que está haciendo el vecino. Las empresas desconfían de sus propios hombres, de arriba abajo. Desde el consejo de administración hasta el portero. Todo el mundo sospecha que le están haciendo la cama. También somos los reyes de la conspiración. Hay un ejemplar muy carpetovetónico de españolito al que le encanta armar líos azuzando a unos contra otros y buscando venganzas personales a base de conspiraciones que mueve como aspas de molinos al viento en cuanto siente que tiene un poco de poder. El rencor y la venganza mueven casi tanto como el ansia de poder, que es el motor más poderoso que existe. Vea si no cómo Diéguez, en cuanto se sintió poderoso, empezó a mover los hilos para joder a su antiguo jefe, Garzo, por puro resentimiento. Y le voy a decir una cosa. Yo he tenido que entrar en esos líos porque me llamaban de todas partes. Pero yo tenía muy claro cuál era mi compromiso, que no es otro que con el Estado y la nación. Lo que pasa es que el dinero y el poder tienen sentinas por donde discurren las aguas turbias y hay que meterse en esos lodazales si se quiere cambiar algo las cosas. Y a mí, desde hace muchos años, me ha tocado hacer el drenaje de la sentina.

No, señoría, no me enrollo más. Si quiere que vuelva a hablarle de la policía patriótica, le hablo. Lo primero que tengo que decirle es que yo nunca formé parte de ella. Además, sepa usted, señoría, que mucho antes de que el tal engendro funcionara yo ya había dado con la fortuna del padre de la nación y la banca catalanas. Conseguí que la información de dónde estaba ese dinero saliera en un periódico en el que tenía mano con el director y propuse que se pusiera vigilancia porque yo creía que el prócer o su primogénito, que para esos asuntos era su mano derecha, acudirían al banco andorrano donde estaba el pastizal para cambiarlo de sitio o camuflarlo mejor en cuanto se hiciera pública su existencia. Me hicieron caso. Y bien sea porque la vigilancia, que no la organicé yo, no fuera buena o porque los propietarios de la pasta no se atrevieron a ir a Andorra, el caso es que la operación no salió cómo se esperaba y no se los pudo pescar in fraganti. Pero luego nadie quiso hacer uso de esa información que yo les había proporcionado cuando habría sido muy fácil desinflar el globo indepe.

Publicado el 30 de agosto de 2022.


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