Del puente a la sentina


Capítulo 34

Me acojo a la confidencialidad


Ya le he dicho, señoría que yo me reúno con cualquiera que me lo solicite ¡faltaría más! Sobre todo, si se trata de personas con responsabilidades públicas de cualquier tipo, toda mi vida laboral he sido un servidor del Estado. Y el Estado necesita de vez en cuando drenar las sentinas. Y para eso he estado cada vez que me requerían. Por supuesto que si me llamaban era porque tenían interés en escuchar de mi voz informaciones varias. Estaban muy preocupados por los documentos comprometedores que podía tener el gerente Troncoso y querían saber mi opinión. Yo fui quien les dijo que no se podían andar con paños calientes con Troncoso. Pero ya ellos lo tenían claro. "A ese hay que laminarlo", me dijo la número dos. Si revisa la grabación verá que yo no pregunté qué querían decir con "laminarlo". Lo mío siempre fue la inteligencia, nunca, nunca la violencia. Eso ya lo he dejado claro en el caso Casas/Bélmez. Que la relación de un humilde policía con la número dos de un partido debería ser más respetuosa y que el tono de las conversaciones es de colegueo, bueno, posiblemente yo tienda a ser un poco confianzudo y, cuando me ocupo de mi trabajo, el lenguaje que empleo es llano y directo. El trabajo policial, tratando con unos y con otros, es así. Pero como su señoría sabe, soy licenciado en Derecho y cuando toca emplear tecnicismos, también sé hacerlo. Nunca se me ocurrirá decir que no sé qué es una diligencia, como ha llegado a hacer una exministra y expresidenta de Comunidad Autónoma. Y tiene la misma licenciatura que yo. Por cierto, que también esa señora me debe que un asunto suyo se haya quedado en un juicio de faltas. Porque yo llevaba la acusación privada por encargo de quien quería darle una lección y yo, al no presentar diligencias, evité que la cosa fuera a mayores. Y resultó bastante difícil que lo aceptara quien me había contratado. Le hice gratis el favor y luego, si te he visto no me acuerdo. Sí, señoría, ya vuelvo a lo de la número dos del partido, y yo me acojo a la confidencialidad en lo tratado con esa persona. Que no todo lo que es confidencial es delictivo. Su señoría sabe mejor que yo que existen los secretos de Estado. Sin ir más lejos, las reuniones del Consejo de Ministros están amparadas por el secreto y los ministros están obligados, precisamente por eso, a guardar el secreto de esas deliberaciones. Y a nadie se le ocurre decir que se cometen delitos en las reuniones del Consejo de Ministros.

Publicado el 4 de agosto de 2022.


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