Eso es, señoría, Fernando Troncoso empezó a aplicar en el partido la misma táctica que usó de joven para hacerse imprescindible en su trabajo. Esa fue su manera de llevar la gerencia del partido. En la contabilidad paralela figuraba el dinero recibido de forma no oficial. Él estaba al tanto de las concesiones otorgadas o por otorgar y se encargaba de la recaudación de las mordidas correspondientes a esos tratos de favor. Todo eso entraba de lleno en su jurisdicción, y nadie más que Troncoso conocía la cantidad exacta de las cantidades que donaban las empresas ni, por consiguiente, el dinero que pasaba por esa caja B. Él se encargaba de todos los pagos, incluyendo los sobres que los altos dignatarios del partido recibían. Contó a su favor no solo con el agradecimiento de todos los que recibían los famosos sobres, sino con que nadie quería realmente saber los movimientos exactos de la caja B del partido. "Eso es cosa de Troncoso." Es algo tan infantil, desde luego, como "si yo no sé nada, nadie puede acusarme de esos movimientos de fondos ilícitos." Es obvio que todos sospechaban que Troncoso se llevaba un buen pellizco. Pero formaba parte del convenio tácito por el que todos se regían. Por supuesto, las campañas electorales se regaban con dinero de la caja B que generosamente aportaba Troncoso.
Es imposible saber, tras 20 años de controlar la contabilidad paralela del partido, el monto total de esa pasta que procedía de donaciones ilegales, ni lo que hizo Troncoso con todo ese dinero. Porque ahí está, señoría, el auténtico delito. Usted sabrá mejor que yo los millones que tenía en bancos suizos Fernando Troncoso.
¿Que yo intervine en la captación de su chófer para tener información de los movimientos de su jefe? Cierto, sí intervine. Pero ya le he dicho que en el partido no sabían el alcance de los tejemanejes del que había sido su gerente y querían encontrar los documentos que Troncoso pudiera tener ocultos. Claro que tendrían miedo de lo que pudieran revelar esos posibles documentos, que por fuerza tenían que existir. Por un lado, eran un torpedo en la línea de flotación del partido, como el tiempo demostró cuando se dictó la primera sentencia, aquella condenatoria que lo consideró "partícipe a título lucrativo" y que propició la moción de censura que los echó del Gobierno. Y por otro, es que también los que recibían pasta, los sobrecogedores, como se decía en el argot taurino, temblaban por que se los pudiera imputar de un delito, claro está.
Publicado el 23 de julio de 2022.
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