Sí, es cierto, señoría, que yo despachaba directamente con el jefe de seguridad del banco, Luis Valdeón, un antiguo madero. Sí, señoría, claro que nos conocíamos de cuando los dos éramos policías. Pero él no era el responsable máximo de las misiones que me encargaban. Eso es imposible.
No, yo no trataba directamente con Garzo. Pero sí sé que el Gran Capitán, como le llamaba yo en clave, no se fiaba de nadie. Ni de la CNMV, ni del Banco de España, ni siquiera de su propio gabinete de prensa, que su jefe, el tal Aguirre, nunca fue de fiar. Yo a ese lo conozco desde que era un don nadie y tenía auténtica ansia por trepar hasta la alta sociedad y lo mismo andaba con un brazo en cabestrillo por caerse de un caballo en La Hípica que con un ojo a la funerala porque había ido a una montería con un rifle prestado y el retroceso que no sabía controlar había hecho que se le hincara la mira telescópica. Aguirre dice que es periodista, pero en realidad hace tiempo que es un submarino del CNI, se lo digo yo.
Y le quieren cargar todo el muerto de las escuchas a mi antiguo colega, Luis Valdeón. Es cierto que Valdeón tenía vara alta, pero las facturas se las tenían que aprobar de arriba. Su señoría bien sabe de las cifras de las que estamos hablando. Además, pregunte, pregunte, que muchos directivos le reían las gracias a Garzo, cuando en momentos relajados se burlaba del mariconsón de Diéguez y sus líos amorosos con chaperos cubanos. A ver de dónde le venía a él el conocimiento de las relaciones peligrosas de Diéguez. Porque no me va a decir que leía los digitales en los que empezaron a aparecer informaciones sobre los mariconeos del alto asesor de presidencia.
Publicado el 6 de julio de 2022.
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