Como el presidente Bambi no tenía ni puta idea de economía, necesitaba como consejero áulico al lila de Luis Diéguez, al que consideraba su más fiel escudero. De él esperaba que le diera su veredicto sobre los planes y las cifras que le presentaba el ministro de Economía, al que había elegido precisamente porque daba una gran confianza a los mercados, pero ninguna a él mismo. Yo creo que Diéguez fue el de la idea de que el de la constructora, Fernando Albareda, asaltara el feudo de Garzo. Que hay que ver qué ideas de bombero atómico, que cómo una constructora que valía casi diez veces menos se iba a hacer con el control del banco que presidía Garzo. Cuando le pusimos las escuchas ya estaba en marcha la operación, por lo que no puedo saber a ciencia cierta de quién partió la idea. Pero el pardillo del Diéguez hablaba como si él fuera el cerebro de la operación. Siempre tuvo ínfulas. Se comentó que Garzo lo había echado en su día del gabinete de estudios de la empresa, no por diferencias ideológicas, como se dijo, sino porque era un pedante insufrible que pretendía que su gabinete marcara punto por punto la estrategia del banco y le hablaba al patrón como si fuera un alumno poco aplicado. Garzo lo puso en la calle no tanto porque haber criticado a un ministro de Economía del PP -lo que hay que suponer que no le sentaría muy bien, porque a fin de cuentas Garzo debía fidelidad al del bigotillo y no podía permitir que un empleado suyo criticara a un miembro de su gobierno-, sino porque firmaba sus informes como si el ministro fuera él. Pues al de la constructora le hablaba igual. Por eso no hay quien me saque de la cabeza que él fue el de la idea y Albareda el que se subió al carro. Otro cráneo privilegiado el tal Abareda, que se dejó calentar la oreja y el ridículo que hizo fue sideral. Claro que la operación era un contradiós total; pero a Garzo bien que le vino saber por dónde se iban moviendo todos los que querían madrugarle el puesto.
Publicado el 4 de julio de 2022.
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