Diario apócrifo


Capítulo 59

Compañero de singladuras


Hoy también me encuentro cenizo. Solo con que me venga a la mente que se han quedado con mi dinero me da el soponcio. Lo del mexicano quedándose con los veinte millones me subleva. Y la excusa tonta de que lo había invertido mal y que había perdido todo el dinero todavía hoy me enciende cuando la recuerdo. Con lo que me costó conseguir esa pasta. El sultán de Omán había comprado un pisazo en Londres y me lo cedió para que lo disfrutara de modo vitalicio. Pero al romper definitivamente con Corinna ya no quería yo saber nada de vivir en Londres. Ni fue fácil convencer al de Omán para que cediera el piso, ni fue fácil venderlo, ni que yo al final me quedara con un pellizco de veinte millones. Y el caso es que al final la pasta me la guindó el mexicano. Se limitó a ir haciéndome unas pocas entregas y transcurrido un año, cuando le pedí cuentas, me dijo que no quedaba nada. Así de fácil se lo había hecho el tipo. Años atrás, el tal Sanginés-Krausse o cualquier otro listillo sinvergüenza se hubiera dejado cortar el cuello antes que quedarse con un céntimo mío. Pero los tiempos para mí habían cambiado ya. Después de la abdicación vino el exilio. Y más tarde tener que pedir permiso para volver de visita a España, ¡a mi propio Reino! O la llamada para que me largara con viento fresco desde Vitoria a Abu Dabi, en una de mis visitas. Me pusieron tantas pegas a que me pasara por Barcelona para ver a mi hija Cristina y a mi amigo Cusí, que tuvo un derrame cerebral el pobre y está tocado, que acabé decidiendo venirme directamente. Lo que hemos navegado juntos Cusí y yo. Principalmente por el Mediterráneo, pero también por otras aguas más procelosas. Siempre ha sido muy servicial conmigo. Y también lo han salpicado a él. Como con aquella información de que su empresa había pagado la mitad de la luna de miel de Felipe cuando se casó con la agria de Letizia.

Publicado el 28 de agosto de 2023.


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