Diario apócrifo


Capítulo 50

Salvadores de la patria


Lo recuerdo perfectamente. Estaba jugando un partido de squash con unos amigos cuando Sabino llegó a decirme lo que estaba pasando en el Congreso. Ahora que nadie me ve y que estas notas son para mi uso exclusivo y nunca verán la luz, puedo decir que claro que tuve dudas cuando empezó el golpe. Pero el tiroteo en el Congreso fue definitivo. Tal como estaba vestido, con pantalón corto y camiseta, me fui a ver las imágenes que me mostraba Sabino. Se veían unos guardias civiles con mostacho, tricornio y armas de fuego disparando y amedrentando a los diputados que resultaban disuasorias. Además, yo no podía apoyar un golpe que no se sabía quién lo había dirigido y cuáles eran las intenciones reales que tenía. Cuando hablé con Alfonso Armada, mi primera tendencia fue confiar en él cuando se ofreció a venir a La Zarzuela a explicarme lo que estaba pasando. Ahí he de reconocer que Sabino estuvo ágil de reflejos y se olió la tostada. Lo que Armada quería era hablar en mi nombre desde La Zarzuela para que el golpe, que tenía muchas cabezas, quedara definitivamente bajo su mando. Aquello del gobierno de salvación nacional encabezado por él. En ese momento nos dimos cuenta de que había que frenarlo como fuera. Era peor el remedio que la enfermedad. Si los civiles encabezados por Suárez no daban con las teclas para arreglar el país, mucho menos lo iban a hacer los militares. Que a lo largo de las horas se fueron retratando. Y gracias a que en ese retrato no salían muy favorecidos pudimos desactivar el golpe. Había que ir contactando con los mandos del ejército, pero no era fácil seguir la línea jerárquica. Teóricamente, desde el Alto Estado Mayor de la Defensa y las Capitanías Generales de las distintas regiones militares se podía ir desactivando en los cuarteles que estaban sublevados o dudaban si estarlo. Pero lo mismo te encontrabas a un teniente coronel o un comandante tratando de sublevar a una división, como la Acorazada Brunete, imponiéndose al general que la mandaba. Menos mal que todo estaba muy mal organizado y que los altos mandos estaban más preocupados por si triunfaba o no triunfaba el golpe, para sumarse o quedar del lado de los leales. Vamos, que estaban más preocupados por salvar su puesto y su apacible jubilación que por salvar a la patria. Aun así, Sabino y yo tuvimos faena toda la noche para parar aquello.

Publicado el 19 de agosto de 2023.


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