Diario apócrifo


Capítulo 47

Un estorbo


No quiero pasar por desagradecido porque parece que le quiero cargar el muerto del 23-F a Suárez. Pero hay que decir las cosas como son. Por mi condición de Rey, yo recibía informaciones confidenciales a las que prestaba mucha atención. Y también hablaba con sectores importantes de la sociedad, que me trasmitían sus preocupaciones, porque la época de la que estoy escribiendo aquí, en mi diario, era una época cargada de preocupaciones. Y a mi despacho llegaban muchos que me las contaban esperando que yo resolviera. Es cierto que los principales empresarios no podían ver a Suárez ni en pintura, y se me quejaban de que no estaba llevando bien la economía. Bueno, es que el hombre no tenía ni puta idea de economía. El mundo de la empresa le era totalmente ajeno. Yo siempre he pensado que él era esencialmente un político, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene. Creía firmemente en la política y en la resolución de todos los problemas con la política, de la que, encima, estaba convencido de ser un virtuoso. Cosa distinta era su amigo y principal colaborador, Abril Martorell; ese sí tenía los pies en la tierra y era trabajador y concienzudo, casi terco. Pero, sobre todo al principio, tampoco entendía el mundo empresarial. Y ahí había un serio problema: la inflación estaba por las nubes y, claro, eso no era bueno para los negocios. Por eso los empresarios pensaban que Suárez estorbaba y estaban deseando quitárselo de en medio. Los americanos tampoco le tenían ninguna simpatía. Les parecía poco sólido. Además, no acababa de decidirse a entrar en la OTAN y eso los impacientaba. A pesar de que las bases militares americanas no peligraban, los yanquis querían para España un papel más activo. La posición estratégica del país, el tiempo lo ha demostrado, es muy importante. Por eso querían alguien más resuelto. O que tuviera una idea más clara del papel de España, como luego sí la tuvo González.

Publicado el 16 de agosto de 2023.


Volver a página anterior