Las salas de cine son todo un ecosistema. La experiencia de ir a un cine es muy distinta a la de ver en cualquier contenido audiovisual en streaming. Es cierto que las pantallas gigantes y los proyectores acercan la experiencia al salón de nuestra casa. Pero no es lo mismo. En casa vemos algo mientras devoramos la cena que hemos preparado en una bandeja, le damos al stop cuando nos levantamos a mear y cualquier miembro de la familia se siente autorizado para hacer un comentario en voz alta. El ecosistema de la sala se ha visto contaminado por la nueva fauna de los que no distinguen el salón de casa de la sala de cine, espacio sagrado en el que ruido, los siseos y el sorber y el crujir de palomitas destruyen la magia que allí se operaba.

La opinión de Murcia, 16 de julio de 2021.