Lo terrible de la frase está en la idea de que malgastamos nuestra tolerancia si la ejercemos con quienes no son de los nuestros. Y si eso le pasa a quien se esfuerza por librarse del sectarismo imaginemos lo que sucede con quienes ni conocen la tolerancia y gustan de refocilarse en las opiniones coincidentes con las suyas. Es más, probablemente tengan opiniones que nunca han sido propias, sino que las han adquirido a través de la piel por contacto con el grupo afín. Esas ideas, con el paso del tiempo, acaban tomando la naturaleza mineral de una coraza que aísla de cualquier punto de vista ajeno. Y así evolucionamos.

La opinión de Murcia, 13 de julio de 2021.